Cochabamba y el Bicentenario

Entrevista publicada en la Revista OH!, Domingo 12 de septiembre de 2010

¿Qué entiende por “cochabambinidad”? ¿Existe algún rasgo común que puede definir al cochabambino? Si existe, ¿Cuál o cuáles son?

Se atribuyen muchas características al cochabambino y a ellas se suele hacer referencia como “cochabambinidad”, puesto que esta palabra alude a los rasgos distintivos o, si se quiere, identitarios, del habitante de Cochabamba. Como toda generalización, la que se haga sobre este tema será siempre limitada y, por tanto, injusta, ya sea que resaltemos valores y virtudes, o que enfaticemos defectos.

Con esa advertencia, me arriesgo sin embargo a plantear la hipótesis de que lo que define el ser cochabambino es el valle, aún cuando sabemos bien que una gran parte de su gente vive en el trópico y otra parte en las montañas. Pero en el valle ha estado su núcleo económico, cultural y político por varios siglos, de manera que es alrededor del valle que se constituye lo que hoy reconocemos como Cochabamba.

Al mencionar al valle nos referimos al clima templado, protegido por las montañas, y a las montañas aislándonos del mundo. También nos referimos a la agricultura proveedora de alimentos, con verduras, legumbres y frutas, y a diversidad de animales de granja, lo cual a su vez nos remite a los guisos que combinan sabores.

Como además se trata de valles pequeños, nunca fueron aptos para la agricultura en gran escala sino para las granjas relativamente pequeñas, más inclinadas a diversificar que a especializar sus cultivos. De ahí la valoración de la familia como núcleo productivo, y de la libertad individual que, cuando se compara con el altiplano, pesa más que la comunidad o lo colectivo, aunque sin duda los hábitos del rentismo estatista también han socavado esa valoración.

Puedo esgrimir dos pruebas para sustentar la reflexión anterior. La reforma agraria y los caporales.

La reforma agraria se hizo a imagen y semejanza de lo que habían venido haciendo los piqueros cochabambinos que al final se organizaron en el valle alto e impusieron su modelo en Ucureña. Fue el proceso de mayor alcance social del siglo XX y en su forma y contenido refleja la “cochabambinidad”: parcelas familiares, individualismo político, aversión al riesgo, pragmatismo en la relación con el poder (pienso incluso en el pacto militar campesino).

Los caporales, por otro lado, son una creación cultural auténticamente cochabambina. Se desprenden de la morenada, donde eran personajes secundarios, y se masifican reflejando el sueño cochabambino, todos son capataces, no hay patrones arriba ni siervos o esclavos abajo. El rápido arraigo y enorme éxito parece expresar una afirmación cochabambina: todos somos caporales, aunque no tengamos a quién mandar.

¿Cómo ve a Cochabamba en su Bicentenario?

En cierto modo Cochabamba sigue siendo una suerte de síntesis de Bolivia, con sus promedios económicos y sociales reflejando en forma bastante aproximada los del país en su conjunto. O sea que no estamos ni muy arriba ni muy abajo, como el clima: templadito. Esto se debe en parte a que Cochabamba es el departamento más vinculado al mercado interno. Aunque la actividad exportadora ha crecido, todavía la mayor parte de su producción tiene destino nacional, así como la mayor parte de sus compras proviene de otros departamentos.

En ese orden de cosas, el destino de Cochabamba es el del mercado interno de Bolivia. Por tanto, un destino limitado y débil. Con el bonosol y la renta dignidad hemos logrado una cierta dinamización del mercado interno, pero en los últimos años la bonanza de las materias primas y la generación de rentas, concentradas por el Estado, ha absorbido todas las iniciativas. Las exportaciones han permitido acumular inmensas reservas internacionales que han mantenido bajo el precio del dólar, de manera que las importaciones han aprovechado el crecimiento del mercado interno mejor que los productores nacionales, incluyendo naturalmente los cochabambinos. Y a ello se añade la incertidumbre política y la inseguridad jurídica, haciendo contrapeso para desalentar las inversiones.

¿Cómo la ve a futuro?

La economía cochabambina está obteniendo ganancias con la bonanza exportadora, pero no está expandiendo su base estructural ni mejorando su competitividad. Cuando este boom pase nos daremos cuenta de que otra vez desperdiciamos una oportunidad de progreso.

¿Qué opina sobre los actos conmemorativos del Bicentenario?

El Bicentenario no es más que una fecha convencional que nos obliga a pensar en lo que somos como sociedad local, lo que hemos logrado y lo que nos falta. Nace de un hecho político, la sublevación del 14 de septiembre de 1810, que la historia oficial de la República reconoció luego como parte de los hechos fundacionales de ese proceso. Pero podríamos estar celebrando el 29 de noviembre la fecha cívica de Cochabamba, recordando la rebelión de 1730 que encabezó Alejo Calatayud, y en ese caso tendríamos 20 años para celebrar el Tricentenario!

Tal vez sea más importante recordar la fundación de la ciudad, cuyo cuarto centenario no pudimos celebrar en 1971 porque estábamos en plena disputa política, y que quisimos trasladar a 1974 por su segunda fundación, pero claro, ni nos pusimos de acuerdo ni logramos entusiasmarnos porque una fundación, por definición, sólo ocurre una vez.

Lo anterior me lleva a reconocer en las disputas sobre los actos del Bicentenario un trasfondo político, una lucha por la apropiación del símbolo. Puedo suponer fácilmente que en las entidades gubernamentales hay una tensión entre restarle importancia a un evento que se lo considera vinculado a la República, y aprovecharlo para realizar actos, fiestas, inauguraciones y premiaciones que sirvan de propaganda. Y puedo suponer que el resto de las instituciones, dispersas como están, sufren la falta de recursos para impulsar proyectos alternativos, pues ellas también dependieron siempre de la acogida que los organismos del Estado dieran a sus iniciativas. Me temo que, al final, la cifra mágica de un número entero pasará como otro 14 más, con los cochabambinos esperando “que brille el sol de Septiembre” y el sol de Septiembre sonriendo esquivo detrás de las nubes y el humo.

2 Responses to “Cochabamba y el Bicentenario”

  1. Agustín Fernández Says:

    Muy lúcido el comentario, y la relativización de los festejos es muy útil para aquellos que, como yo, se preguntan a qué tanto aspaviento por el bicentenario, cuando todos sabemos que la ciudad es mucho más antigua.

  2. Roberto L Says:

    Cerca de 3500 lectores de Los Tiempos respondieron a una encuesta en línea la semana pasada. Se preguntaba: ¿Cuál es la principal característica del cochabambino? Poco más del 40% de los lectores que respondieron la pregunta escogieron la respuesta: “es envidioso”. Muy por debajo aparecen mencionadas otras cualidades, como “es de buen diente (le gusta comer bien)”, con el 25% y “es bebedor” con poco más del 13%.
    Quien diseñó la encuesta incluyó también las características de “es hospitalario”, “es viajero”, “es conformista” y “es exagerado”. Las menciono en el orden descendente de las respuestas registradas en la página web del periódico.
    Como diría Condorito, “Plop… exijo una explicación!”
    Imposible preguntarles a los 1397 lectores que definen la envidia como la principal característica cochabambina qué es lo que quieren decir con eso. ¿Están señalando un defecto o una cualidad? ¿Por qué les parece que es la principal característica? ¿Qué argumentos les permiten señalarla de esa manera? O, por último, a qué se refieren exactamente?
    Aunque puede haber sin duda mucho de autocrítica en la elevada frecuencia con que se anota la envidia como característica cochala, me atrevo a pensar que también contiene algo de valoración positiva.
    Una encuesta anterior indicaba que el 90% de los cochabambinos se siente orgulloso de serlo, y una más reciente dice que más de la mitad de los que viven en la ciudad, volverían a elegirla para vivir.
    Entonces, salvo que creamos que hay aquí una esquizofrenia generalizada, tendremos que admitir que “la envidia” señala un rasgo positivo.
    Y es que sin duda puede haber una envidia sana, y una envidia malsana. Por sí sola, la envidia no es dañina. Ella revela simplemente disconformidad con lo que se tiene o vive, y reconocimiento de que se puede aspirar a algo que se reconoce como mejor. Lo que se hace con ese sentimiento es diferente. Puede ser dañino si conduce a desear algo peor para el otro, o puede ser algo muy saludable si de esa sensación nace la emulación y, aún mejor, el deseo de competir y de superar las condiciones existentes.
    Si tomamos en cuenta otros datos encontraremos que esta segunda interpretación es la más acertada y que, en Cochabamba, la envidia es evidentemente un rasgo característico y “virtuoso”. Por ejemplo, la migración. Los cochabambinos migran mucho y se los encuentra en todas partes. No lo hacen para dañar a nadie, sino para superarse, para alcanzar metas mayores, para vencer la envidia que los saco de ese terruño que, además, extrañan tanto que reproducen en cualquier parte, con salteñas y caporales. Otro ejemplo, la competencia. Por supuesto que resulta molesta para el pionero, pero ni siquiera él la evade, sino que la asume y admite, hasta el punto en que pueden encontrarse innumerables organizaciones que agrupan a los competidores cuando se trata de defender su espacio de la injerencia estatal o del abuso municipal.
    Si hay individualismo en el cochabambino, es lógico que haya envidia y que ésta sea como un acicate que le impulsa a la superación.
    Tal vez a veces tenga connotaciones negativas. Como en el cuento de las ranas que impiden escapar a las otras. Pero también tiene connotaciones positivas, como las que motivan a las muchas ranas que intentan salir, y que salen, que son movidas por la envidia hacia las que están fuera del canasto.
    En suma, lLa envidia puede ser un defecto como también una virtud. Puede decirse lo mismo de otras virtudes, que también alimentan comportamientos negativos. La generosidad, por ejemplo, es virtuosa si se la ejerce con lo propio, pero un horrible defecto si se la practica con lo ajeno. La sinceridad, puede ser una gran virtud o, también, un defecto terrible.
    Es que en realidad lo que importa no es la virtud o el defecto que se tenga, sino lo que se hace con ellos.

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